América Latina y el Caribe contiene escenarios de fortaleza, identidad e historia que trascienden los tiempos y muestran de manera generosa en La Habana, Panamá, Cartagena de Indias y Puerto Rico la ruta que se siguió desde España para llegar al territorio más rico y extenso del siglo XVI, el virreinato del Perú.
Esta ruta fue testigo de innumerables acontecimientos, caracterizados históricamente por su diversidad y privilegiada ubicación geográfica para el comercio; pero también nos devela en sus calles, plazas y murallas factores sociales que determinaron el modelo de sus ciudades.
Las murallas poseedoras de singular personalidad adquieren vida propia, aun escuchándose cerca los cañones en defensa de los corsarios, piratas y bucaneros que trataban de derribarlas y llevarse los tesoros que cada una defendía.
Cartagena de Indias, primera ciudad amurallada de América, declarada como puerto, fortalezas y conjunto monumental, Patrimonio Cultural de la Humanidad (UNESCO 1984), me permitió conocer en mi última visita una ciudad diversa de predominancia y valoración de los afrodescendientes como parte de su identidad cultural, insertos en una ciudad viva, con recuperación de su monumentos con proyectos de renovación urbana y rehabilitación de viviendas, regenerando tejidos urbanos con inclusión social en barrios tradicionales como Getsemaní que provocan turismo y desarrollo sostenible, pero esta vez libres de piratas o monopolio comercial.
Ratificándome lo importante del reconocimiento de nuestro patrimonio y el valor que este representa en nuestro colectivo identitario como sociedad, siendo un error enajenarlos de nuestros conocimientos, como es el caso de nuestra ciudad.
Lima “Ciudad de los Reyes” contiene al Rímac en su declaración como Patrimonio Cultural de la Humanidad (UNESCO 1991), ciudad trazada en dameros con murallas para su protección. Capital del virreinato del Perú, territorio extenso y vasto durante su apogeo, enfrentado a procesos de transformación a inicios del siglo XIX, hizo que el gobierno del presidente José Balta, en 1868, decidiera demoler esta ciudad fortificada.
Desapareciendo en gran medida no solo las murallas que rodeaban nuestra Lima fundacional, sino también buena parte de la historia del Perú, carentes de una visión holística, la necesidad de expandir la ciudad con nuevas avenidas y edificios, se sobrepone a la concepción de una ciudad identitaria, integradora, inclusiva y planificada.
Mostrando como consecuencia hoy una ciudad densa, caótica, explosiva con intenciones de seguir creciendo sin saber a dónde, ni cómo; carente de políticas públicas y decisión de cambio.
¡Lima no es gris!, es bella, llena de color y vida; su gente, sus tradiciones, son producto de la diversidad cultural que constantemente se genera.
Es tiempo de pensar en cambios, tiempo de pensar que podemos hacer más que solo soñar, nos toca pensar en ser la mejor ciudad de América Latina.
Enrique Peramás